¿Cuántos años han pasado desde aquella remota tarde de junio? Más de treinta. Y, sin embargo, si cierro los ojos, Micòl sigue ahí, asomada al muro de su jardín, mirándome y hablándome. En 1929, Micòl era poco más que una niña, una muchachita de trece años, delgada y con grandes ojos claros, magnéticos; yo, un chaval con pantalón corto, muy burgués y vanidoso, a quien un pequeño contratiempo escolar bastaba para sumir en la desesperación más infantil. Los dos nos mirábamos fijamente. Por encima de su cabeza el cielo estaba azul y compacto, un cálido cielo ya estibal sin la menor nube. Nada habría podido cambiarlo, parecía, y , en efecto, nada lo hacambiado, al menos en la memoria.(...)
Giorgio Bassani
Giorgio Bassani
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